“EL ÚLTIMO VUELO DEL ABEJORRO”

El abejorro pasó zumbando por encima de la cabeza del científico Alfredo Novel - con uve de novato-, implacable perseguidor del descubrimiento que consiguiera impulsar su apellido a la categoría de Nobel - con "be" de burro-,

- Abejorro, abejorro.

El abejorro detuvo su vuelo en seco.

- ¿Qué deseas, hombre?
- Soy un científico que busca desesperadamente a un abejorro que quiera responder a mis preguntas... unas pocas preguntas. ¿He encontrado al abejorro que busco?
- Pues no lo sé; llevo mucha prisa.
- Sólo te entretendré un minuto.
- ¿Y qué es un minuto, científico?
- Tiempo.
- ¿Y qué es el tiempo?
- Pues... sólo quiero hacerte unas preguntas...
- Adelante, científico, pero que sean pocas. Todavía no he probado bocado.

El abejorro se posó en la rama de un arbusto, a escasos centímetros de Alfredo Novel.

- Vosotros, los abejorros, sois un misterio hasta la fecha insoluble para la Ciencia. Te pido que me ayudes a convertirme en el científico que resuelve el misterio.
- Empleas unas palabras muy enigmáticas para mi diminuto cerebro. Habla el lenguaje del campo, que es el que yo entiendo.
- ¿Y cuál es el lenguaje del campo, abejorro?
- El lenguaje claro, científico.
- Ah, claro. Lo intentaré. Te decía que la Ciencia no acierta a comprender cómo unas alas tan pequeñas como las vuestras pueden sostener en el aire a un cuerpo tan enorme, porque según las leyes de la dinámica...

Durante los siguientes diez minutos Alfredo Novel explicó pormenorizadamente al abejorro en qué consistían esas leyes de la dinámica.

- ¿Me lo puedes explicar tú?
- ¿Qué es lo que debo explicarte, científico?
- Lo que te acabo de preguntar.
- Repite la pregunta, por favor. Estaba examinando mis alas y me he distraído.
- ¿Cómo conseguís remontar el vuelo? ... ¡Abejorro, abejorro!
- ¿Qué?
- ¿Te pasa algo?
- Evidentemente que me pasa, científico. ¿No lo ves?
- Francamente, no. ¿Qué es?
- Que no puedo remontar el vuelo, científico. Tengo un cuerpo tan enorme y unas alas tan pequeñas...